Cuando Greg Livingston regresó momentáneamente del campo misionero, me visitó en Illinois y compartió un problema que se había presentado en el campo. Antes de salir, le dije, “Greg, hay un anciano en la próxima ciudad que visitarás, quien debería enterarse de lo que me comentaste hoy. Te voy a dar su dirección y así podrás contarle sobre el asunto.” Antes de salir, oramos.
Al llegar a la siguiente ciudad, Greg se encontró tan atareado que no tuvo la oportunidad de encontrarse con el anciano. Dos semanas más tarde me escribió de Los Ángeles, California, explicándome que había tenido tantas reuniones, entrevistas y conferencias que no había podido conocer al anciano, pero agregó, “Estoy sometido al Señor, y aún tengo la voluntad de visitarle.”
Después de sus reuniones en Los Ángeles, Greg tomó un autobús para regresar a la costa del este antes de volar nuevamente a Europa. El bus tenía asientos desocupados hasta cuando llegó a Riverside. Al empezar a llenarse, Greg le pidió al Señor que enviase a una persona joven para que se sentara junto a él, de tal manera que Greg pudiera testificarle.
El último para ser ocupado fue el puesto contiguo a Greg. Pero fue ocupado por un hombre de edad. Greg pensó, “Joven o viejo, yo tengo mi deber para hacer.” Así que le habló al anciano de Cristo. El hom¬bre dijo, “Es algo extraño que usted me hable acerca del Señor Jesús. Ocurre que yo soy un cristiano nacido de nuevo.”
“¿Usted es un cristiano?” Greg exclamó. “Mi nombre es Greg Livingston.”
El hombre contestó, “Mi nombre es tal…” y dio el nombre del anciano con quien Greg no había podido comunicarse.
Este hombre y su esposa habían llevado un carro hasta el estado de Arizona, donde vivía una hija de ellos. El anciano había dejado a su señora en Arizona, mientras él seguía solo hacia California en donde el carro debía ser entregado.
Hecho esto, el hombre había abordado ese preciso autobús para regresar a Arizona donde esperaba reunirse nuevamente con su esposa e hija.
Cuando piensas acerca de todos los autobuses que operan en los Estados Unidos, y en todas las ciudades que éstos sirven, y en todas las horas de sus horarios, y en todos los asientos que éstos contienen, concluimos que fueron increíbles las circunstancias que Dios usó para arreglar que estos dos hombres se sentaron juntos. ¡Todos en respuesta a la oración!